“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Hace mucho frío en esta casa

Amanecemos creciendo un equilibrio de silencios,
hay que tener cuidado de no despertar al gato, 
ayer estuvo llorando desde que mamá se fue.
Hace mucho frío por su ausencia, 
hace tanto frío en esta casa
como si se hubiera vuelto transparente
¿sabes?
como si se hubiera vuelto transparente
y no hubiera muros para los secretos.
Nos hemos roto por tantos sitios
que no sabemos componer este cuerpo
que ya no existe.

domingo, 28 de diciembre de 2014

y apenas es diciembre

Estoy mudando la risa
ahora es otra cosa
un silencio muerto,
mientras se muerden mis tripas
y pienso en la renuncia.
Estoy mudando la casa
y pienso sus muros
mientras caen los cristales sobre la mesa
y sonríen los gatos
y apenas es diciembre
y todavía no nieva

martes, 16 de diciembre de 2014

Y resistimos




Viajamos a través de la enfermedad 
y resistimos 
no conocemos el límite del cuerpo ante el dolor
sólo sospechamos el abrazo a la vida
el miedo que nos lleva a existir
por encima de todo.
Nos vestimos ordenadamente y salimos al mundo,
protegiendo el desnudo que compartimos
nos cuidamos las espaldas de los cuchillos.
No conocemos el límite del cuerpo ante el placer
sólo lo sospechamos.
No conocemos prácticamente nada y sin embargo
nos levantamos,
abrimos la puerta,
salimos,
sin conocer ni conocernos.
Los cartílagos cumplen su función
la traquea traga múltiples soledades
circula la sangre vieja y nueva
y nos desangramos de lágrima y frío gris
y nos amamos los veranos, las primaveras,
pero no conocemos casi nada,
hacemos lo que podemos.
No quiero irme.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Lugares sin lugar para la vida.






I

El corazón estriado
envejecido con un latido arrítmico
desvalijado de hogar,
escarcha en los muebles rotos, los muebles sin cajones
estructuras inertes bajo la ruina.
Todo comenzó con las grietas en las manos,
las ramas creciéndonos grises,
ramas sin huésped,
los colores de las telas creando falsas paredes,
la ponzoña y el monstruo que mastica cristales rotos
que se clavan en la planta de los pies de nuestros niños sucios.

II
(...) las madres toman la fiebre en las manos(...)
Juan Carlos Mestre
El hombre tiembla, bebe, escoge y sin embargo
se llena las manos de tierra gris y en ella proclama su propiedad
escinde la tierra de la tierra
la delimita
como parte y corta su pensamiento.
Existen hombres que no poseen más que la vida y sin embargo
la llenan de cánticos, colores,
encienden las hogueras y se reúnen.
Hay madres que recogen con sus manos
las dudas de sus hijos,
sus llantos amenazados por el frío.
Hay personas sin casas, se vuelven invisibles, casi siempre las olvidamos.
Y existe esta enfermedad amarilla de tono insuficiente,
este hígado enfermo, estas paredes muertas y sin embargo
las estaciones se suceden.


III.
Las ratas olvidan un suave domicilio. 

Se esconden, las ratas sin memoria , su rabo rosa de piel tímida.
Roen cañerías, son lo inferior
de la casa, son lo inferior del cimiento, suministro de enfermedad.

Las ratas no presumidas, sin botones
sólo sus ojos rápidos, negros, vengativos.
Sólo su vocación de asco.


Las ratas huelen a amarillo de hospital de periferia,
a alcohol trasnochado, a agua de alcantarilla

martes, 9 de diciembre de 2014

Trazas del castigo de fuego




Aleksandra Waliszewska





Hay macizos rocosos con forma de cráneo. Existen las leyendas. Desobedecer implica riesgos. Hay macizos rocosos con forma de cráneo y en las órbitas de la calavera se halla el escondrijo. Las imágenes esdrújulas producen monstruos.

Desobedecer conlleva un castigo.

El catálogo de indicios supone un abismo, el vuelo de una mosca está sujeto a múltiples posibilidades, el fuego ilumina mientras oscurece su origen, la nieve fría nos quema los párpados.

Existe el océano amplio y existe la pérdida. Perderse en el azul. Perderse, desaparecer.

Las oficinas policiales acumulan múltiples pérdidas, fichas de desaparecidos, algunos de ellos niños.

El mundo es amplísimo y los secretos enormes, a veces la vida sucede por capricho como sucede la muerte
.
Hay un lugar donde viene a vivir la desobediencia. Todo empieza por el fuego. Por la chispa, ese es el indicio. Niños, si miráis las chispas que crea el soldador os quedaréis ciegos. Si miráis esas trazas de fuego, apartad la mirada, inconscientes, perderéis la vista. Desobedecer implica riesgos, el océano amplio, el azul, la pérdida.

Han encontrado una isla donde no sucede el tiempo, han encontrado una isla donde viven niños ciegos, que sólo perciben la intensidad de la luz, que sólo pueden ver una última imagen de las llamas, niños que han estancado su crecimiento en el instante, no recuerdan cómo llegaron allí, algunos de ellos llevan muchos años desaparecidos pero no crecen, viven en la cuenca del ojo de una montaña con forma de calavera, encienden hogueras y se sientan a observarlas porque es el fuego lo único que pueden ver, tienen el corazón caliente y la sabiduría de la tierra. Son el indicio y el origen, porque existen, las leyendas.

Desobedecer conlleva un castigo.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Deseos de fin de año

Aleksandra Waliszewska



Deseo poder plantar paciencia y consumirla. Recolectar la flor de mayo en diciembre. Poder cerrar los ojos y no ser vista, decir la palabra patio y estar jugando al escondite inglés y ser tu estatua de cal, descomponerme siempre que mires atrás porque no puedes evitarlo y eso sangra. Quisiera sentir la herida sin recibirla, escindirme tan solo un poco para entender el luego, el quizá, el todavía. Rizar el rizo y ocultarme en sus ondulaciones, ser risa de mar, agosto anochecido, fiel dolor de hueso frío. Quererte solo un poco para no saciarme nunca por demasiado, decir estoy jugando sabiendo que es una mentira y en todo hay una consecuencia. Tener un andar de equilibrista, ser prisionera del salto en caída libre sin contradecirme. Desdecir siempre que estoy diciendo. Tener un silencio que descomponga el miedo de la tarde y de estar sola, dar vida a los secuaces y a los sabuesos por solo decir secuaz y sabueso, llamar a los hábiles y alimentarlos. Generar la revolución social en el hormiguero, la defensa del obrero en la colmena y decantar los ríos, volver a dibujarlos. Subir en la caída y entender que cómo quema el fuego y que el frío no desaparece siempre, pese al abrigo.

domingo, 9 de noviembre de 2014

a Cortázar

Historias de cronopios y de famas.

Sorpréndeme con instrucciones para el miedo, para el canto, para el llanto. Dime como oír “un sabor de pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo” . Quiero oír la luz, el corazón de una polilla, la humedad del ojo, oír la textura de la nieve, el crecimiento de una rama, escuchar el funcionamiento de la sangre, la sombra arrojada, el amarillo que pudre. Quiero aprender a cantar lo que oigo, a soñar lo que ignoro, a construir un enero de árboles desnudos y tocar el ala de un pájaro para acercarme al vuelo.Cuéntame “hay un piso de arriba en esta casa, con otras gentes” Hay un piso de arriba donde vive gente que no sospecha su piso de abajo y estamos todos en el ladrillo de cristal”. Dime que no sospechan mi escucha, mi búsqueda de sentido en la conversación de otro, mi percepción de las distintas direcciones a las que no puedo aportar reconocer un destino, cuéntame la historia de aquel anciano, qué ha soñado esta noche, a qué se ha dedicado, cuánto miedo ha tenido a envejecer, cómo afronta el reuma que le reduce el paso.

Enseñamé a “extraer de los sordos metales del suelo la nomenclatura de los ríos subterráneos” y recuérdame “no pedir ayuda a nadie, nunca”. Enseñamé a irme huyendo de los pasos, sin que suenen, a confundirme con los adoquines, con el agua vertical de la lluvia, a cazar moscas con palillos chinos.

noviembre

Vamos a ser sabor de pan,
un ejército de monstruos voladores
agradecidos
huéspedes del tiempo azul
con rodillas sucias, 
vamos a seguir las instrucciones mudas
para salvar la vida
para negar la herida y suturarla,
cultivar el perdón de los solitarios.
Existe la posibilidad, existe
la casa.
Vamos a ser salvados.

lunes, 6 de octubre de 2014

Clara



amarillo cansancio. Amarillo hiena

Voy a escribir sin escribir. Voy a ser torrente sin forma. Voy a decir ventrílocuo de ciervos, cornamenta, olor a pino, voy a decir ninguna cosa, altisonante, amorfa, silencio estrepitoso. Voy a escribir porque no puedo volar, porque he olvidado volar y andar no es suficiente. Andar es coleccionar pisadas, una tras otra, recorrer los mismos tramos, ver a otra gente. Dónde va esa otra gente, cuál es su conversación, acaso sufren de silencio. Voy a confesar esta debilidad de lunes, de toda la semana por delante y tanto tiempo. Esta amalgama de muros que crecen cada vez más alto, está cárcel en el pecho, este sabor a gris y a ceniza, esta luz tamizada de otra tierra. Esta luz insuficiente de la meseta, este amarillo caído de pigmento, voy solo a llenar espacio porque ella me ha dicho que escriba. Ella es sabia e importante y quiere que llene las líneas, cree que puedo aprender de nuevo el vuelo. Mientras observo la sombra oscura de los pájaros, como se posan entre la hoja caída y se confunde el remolino y ahora son hoja y ya no pájaro, crujiendo. Dónde pasan las formas a deformarse, todo es un tránsito hacia otra cosa, mis manos son excusa de movimiento, este escrito es también una disculpa, disculpa por esta época estéril que crece en espiral, este hambre de vacío que lo devora todo. La mente adormilada, las manos despiertas, este contraste de sin sentido. Elegir un color para ensuciarlo de matices, para llenarlo de otro y tener ya otro nombre, esa es la mezcla. Coger la mañana y hacer de ella tarde, adelantar la hora de la comida a hace tres días, mantener el caldo a la temperatura justa para comerlo. Admitir que las horas se condensan en miedo, en pérdida, saber que retrocedo. Crear un decálogo de la queja, construirla y hacer de ella un arte, la queja cada vez más cerca de la podredumbre, de la ponzoña. Elevar el yo por encima de lo otro, carecer de lo otro por estar enferma de una misma. El otoño sucediendo indiferente, la mañana más fría. He perdido los zapatos y estoy sucia. Ando descalza por el descampado de un mayo anterior a todo esto, el cielo luce azul y se agarra la herida. Los insectos crean círculos alrededor del cuerpo. Estoy sucia y la suciedad no desaparece por mucho que me apriete, quiero decir cornamenta y ciervo, quiero el olor a pino, andar con las manos, desdecir el cuerpo.

sábado, 4 de octubre de 2014

La abuela de mi madre


No fue sino hasta los veinticinco años que pude probar el conejo.
El conejo pertenecía a esa figura oscura y ciega, a esa presencia que había arrastrado con su peso incierto todas las costumbres, cercenado la alegría de raíz, herido desde el gesto y para siempre, muy dentro de la identidad e incluso más allá de la memoria. La maldad adquiere formas débiles y escondiendo en tierna virtud del tiempo genera un hábito que anuncia un dolor mudo, por continuado.
Ella comía conejo con esas manos tiesas dispuestas siempre a llenarse de náusea y de jugos, del hilo de las frutas, sus manos como garras marcando las paredes en las que se vencía apoyando su peso, muerto antes que ella, doblado en ruinas sobre las rodillas, rodillas abultadas con el rojo amoratado, y los ojos ciegos con una película blanca que hacía de los otros víctimas apenas reconocibles pero objetos de su lengua hecha para pronunciarse en desaires, para herir desde lo cotidiano, para acabar con la paciencia y crispar los nervios.
Comía conejo como destrozando el mundo entre sus dientes, se llenaba de grasa hasta los codos, manchaba todo su ser mientras devoraba, ciega, la carne y el ánimo.
Toda la familia quieta, paralizada a sus deseos, temiendo su incisión, su murmullo. La ponzoña gris que había decapitado la infancia, deslucido la risa, acotado la jornada al ritmo vital de un muerto. Y finalmente la muerte, tarde, trasnochada, con todo el daño hecho, la muerte y la alegría del vivo, la vida de nuevo. Pero la memoria no muere con el muerto, continúa desecha de si misma, oscurecida

jueves, 25 de septiembre de 2014

Esta tierra muerta.


Existe la tierra firme y luego esta otra que nos crece bajo los pies. Esta tierra movediza de la incógnita, toda creciendo a la vez que nos crece el llanto, que se hace rojo con la intensidad de toda la sangre, color rojo amapola encendido. Con la locura que tiñe el sueño no deseado, rojo párpado apretado. Existe esta tierra otra, crecida sobre el cuerpo, tejiéndonos los músculos. De espera anunciada, de otoño adelantado. Esta tierra única que vive eternamente y nace cada día. Esta humedad que sube las paredes y va ahuecando de amarillo hasta el espejo, que crece amarillo debajo de la piel y lo enferma todo. Las mañanas se vuelven de madera con la opacidad que encierra el desentendimiento. No comprender el ritmo del latido y sin embargo el latido, indiferente. La pelea en la sombra del ánimo, las formas renovadas que nos suenan. Avanzar en círculos, circular estático y luego este infinito tan escaso. Esta esterilidad sembrada que crece con la blancura azul de un químico. Este azul saturado, esta sangre equivocada que lo tiñe todo. Este blanco inmenso. Esta suciedad de blanco, este amarillo de nuevo. Esta inmensidad creciendo en gris, crecimiento de ceniza. Existe la tierra firme y luego esta otra que se está acabando.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Podemos meter la inmensidad en un vaso,
coger el vaso, llenarlo entero de humo,
acabar con la inmensidad dentro del vaso,
dedicarnos al presente:
preguntar ¿estás cansando?,
preguntar ¿tienes miedo?
Podemos retroceder hasta mañana
sentados frente a frente
sosteniendo este silencio nuestro.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Vuelve la palabra cáncer

Recogemos la palabra cáncer con la imposibilidad en las manos, 
recogemos el color amarillo y el derrumbe, 
asistimos de nuevo a la palabra cáncer
que crece en el pecho y se propaga.
Recogemos la palabra enfermo
y no sabemos cómo guardarnos de ella, 
es una palabra que crece y tiñe la rutina de otra cosa.
Recogemos la palabra náusea y la palabra cáncer
que en realidad nos recogen y nos habitan
y crece la palabra muerte y su posible
y crece la historia interrumpida.
Recogemos la palabra vida y no sabemos
dónde colocarla ahora.

jueves, 11 de septiembre de 2014

6 de julio, de 2014. Otros seis y mi madre cumplen 55. No voy a poder hacerla feliz, ni regalarle  un perfume. Pensar la frase al completo me asusta.

Desde hace unos meses me ha devorado, el caos
desde hace unos
meses he dedicado mis días a morderlos
tan continuamente
como se muerde la sábana que implica
las horas, pero no con ganas de
 mantenerme debajo dejando las cosas sucederse
sin mí
desde hace unos meses.
He dedicado mis mordiscos a la gana tanto que
no he podido
morder, ganar
la página de un libro,
morder o ganar
la calma de la compañía,
morder
la calma sola, la cama solamente una tortura
desde hace unos meses,
morder los días como si no supiera que llegan a pasar
y empiezan otros. Que llega mañana, mañana
otra vez.

21 de julio de dos mil catorce

Estaba equivocada, la felicidad es otra cosa, los regalos son
inesperada acción.

23 de julio. Ya es miércoles otra vez.

Que nadie te escuche susurrando
su nombre
de metal escondido en las entrañas,
que el ojo de buey cierre definitivamente sus puertas que
no pase más el agua ruidosa,
que no pase más
que nos morimos.
Hoy no has llamado, en cambio
conozco tu edificio como la palma de mi miedo. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Los pájaros se tiñen de amarillo cuando empieza septiembre.



Estás enferma
Amanece y sigues estando enferma
Es una enfermedad de locos que crece con el avance de los días
y te niega el aire a los pulmones
la correcta inclinación de las verticales
redobla el tono frío de la horizontal y en ella te nombra
como sombra arrojada sin objeto.
Te mencionan por encima una pregunta
tú siempre contestas el ánimo, no nací bien de aquello,
pareces muy normal,
pero el ánimo, insistes abriendo los ojos grandes ante todo lo visible,
se trata del ánimo, te disculpas. Tú siempre te disculpas.

viernes, 5 de septiembre de 2014

El carril bici nos devuelve la vida llena de gritos de los niños


Cuál es tu derecha te preguntas. Formulas la duda resonando, llega a caer sobre nuestro oído y ya desapareces tú, tu duda y tu pregunta. Tú comienzas a ser y a ordenarte según la norma de los hombres y reconoces que la perspectiva te cambia la dirección, casi los hombros. Que tu reflejo es tu contrario, que acaso te percibes desde arriba algo deforme y siempre parcialmente. Pasas y nos dejas tu pregunta, pasas y nos dejas ese comenzar a comportarse correctamente aquí. Preguntar ¿puedo pasar? o ¿está cerrado?, contemplar el horario de los otros, organizarte, tú, organismo, a las pautas que siempre te preceden ahora, ahora que aún se proyectan tus días de manera ordenada, que lo más cercano al tedio es un verano, ahora que te ordenan tus mañanas en largas horas de piscina.
Y yo que nunca pude aprender a nadar, te observo. Sirena de ciudad, renacuajo adelantado. Y yo que no he sabido ordenar te miro, ordenadamente, de arriba a abajo.

martes, 2 de septiembre de 2014

He oído que hay niños que viven la cárcel sin conocer la cárcel.

Piranesi, grabado



He oído que hay niños que viven la cárcel sin conocer la cárcel. Que la intención y el autoengaño los sobrevive, que cuando oyen la palabra reclusa y comienzan a desperezar las letras para formar la palabra penitenciario aún quieren creer que viven una historia diferente. Quiero pensar qué viven realmente esos niños, si salen correteando como a un parque alejado y lleno de detectores de huellas dactilares, dime niño si puedes con tu ansia circular de vida llenar una habitación de visitas de historias del viejo ártico, dime cómo puedes creer que eso es un médico especial, dime niño como puedes aún sonreír, siendo tan viejo.

Qué es una reja para ti, si es tu costumbre. Visitar a tu padre o a tu hermano, visitar a tu madre sin tocarla, comenzar a decir abrazo sin dar abrazo, comenzar a bailar para ellos y su sonrisa, de dónde sacas la fuerza para sostenerte en los engaños. Cuando vuelves a  casa y ya no están ellos, por qué han elegido ese sitio de verjas te preguntas, de puertas enormes que no se abren,  dónde quedan los otros niños que te cruzas, cuál es ese lugar donde lloran los adultos sin quererlo. Por qué debes esperar junto con otros, a que se abra la puerta en el horario de visitas, ponerte serio, cogerle la mano a tu hermano, que ya eres mayor, haz que se note.

Dime cuándo se te volvió el rostro color amarillo macilento, cuándo aprendiste a guardarte la náusea para el recreo, cuándo comenzaste a sustituir la risa por un silencio de muerto.
De esa inyección de mentira vive el padre, esa inyección de contradicciones forma al hijo, mientras el tiempo pasa demoliendo los años, y el niño se hace grande y el centro de trabajo no puede ser ya más un centro de trabajo, la excursión ya no puede mantenerte inmerso en la alegría, las vallas crecen por tres veces tu tamaño, y ahora las distancias cobran significados, los funcionarios te han visto crecer y en cambio, parece que nunca te hubieran visto.

Dime hijo de cárcel cómo se lleva nacer con el corazón pleno de instancias, oír la palabra permiso sin ser tú el castigado, la dosificación de los abrazos, la manera de crecerte a distancia de la sombra de tus padres. 

Niño que no eres huérfano ni eres tú deudor de nada. Cómo crecer con el hueco entre los sábados, como aguantar el domingo sin llenarte las manos a cabezazos. Mantener un juguete sin morder, mantenerte de pie, cada mañana. Ir al colegio, volver.

Y cómo es la cárcel desde dentro del interior de tu madre, cómo sin la calidez del hogar, acaso es hogar la cárcel cuando lo habitan los embarazos, se vuelve suave el aire, se redondean las aristas del rostro, contagias niño sin haber nacido ya, la ilusión de lo nuevo, la esperanza de lo otro, la conciencia de la vida por encima del encierro, bajo el cielo de todos.  Dime niño que creces cómo puedes seguir haciéndolo, dónde dejas las raíces, dime que puedes volar al menos, de habitación al patio, del patio hacia el extranjero, dime. Dime niño de hierro.


He oído también que naces con el número de pañales racionados. Ni uno más ni uno menos. ¿Aprendes a adaptar tu mierda al presupuesto?

sábado, 30 de agosto de 2014

Así suena mi espanto



Como se viste el torero antes de llegar a muerte
así suena tu nombre,
colgando de un clavo en la pared que huele a lluvia,
con la misma prisa con que recogemos las ventanas
y las llevamos lejos de la vista para no poder abrirlas,
con ese mismo viento que no sucede
en este espacio estanco
agarramos con fuerza los zapatos para que no nos roben el camino
con la soberbia con que los recién despiertos llegan al encuentro,
sentarse a la mesa después del día triste,
tener que seguir comiendo:
así sabe tu ausencia llena de golpes.

viernes, 29 de agosto de 2014


Ombligos arrastran penas olvidados
primeros lugares con su forma invoca abismo.
Decir ombligo es decir madre y dar asiento
es decir infancia
como tomar el recuerdo con la boca abierta
como cuando tragas agua
fuera y dentro.
Decir ombligo es tocar misterio,
tejer fotos de un álbum común donde ser cualquier recién nacido,
saberse ya suceso.
Tocar el suceder, tocar ombligo
es nunca volver a casa estando dentro

miércoles, 27 de agosto de 2014

Hoy es miércoles 27 de agosto. Se anuncia ya en la calle la caída adelantada de la hoja.





Después de tanto para nada, abandonan los pasos de ayer
las ganas de mañana
desciende el canto vitrificado de algún hastío.
Después de tanto para nada aún hay tanto más
para la espera, esperar no se espera naturalmente calmado
se vician los tiempos de anclas en la garganta
de colecciones de monumentos eternos, de las teclas desarmadas
para nuestra lucha conjunta frente a todos los conceptos,
lentas de ánimo padecen las conciencias la exhumación del amarillo,
la hache que no intercala en tus huidas nuevas oportunidades
después de tanto para nada, nada para tanta necesidad de algo
aún hay tanto o más aún hay todo, sólo necesitas el hambre necesario
el apetito que te lleve a abrir la boca y avanzar a dentelladas

después de nada.

domingo, 24 de agosto de 2014

Hoy ha sido la parte más informal del día gratuito. En California se ha producido un seísmo de seis grados. De seis.

Ha ganado muchos trofeos. Los gana por su olor. Los tiene ordenados en la estantería dependiendo de la aleación de los metales y de la forma, más o menos orgánica además del tono que tiñe el metal y a mayor altura los que menos brillo y más geométrica la forma. Siempre repite lo mismo antes de despedirnos. Cuatro y dos, seis. Escucha. Anteriormente ha repetido todas las veces: con las manos estamos jugando. Tiene los nudillos fríos y las manos largas, con la garra del teclado escrito en ellas. Cuatro y dos, seis. Escucha. Anteriormente: con las manos estamos jugando. Lo siento. Escucha, que no son dejes. Sus manos se abren buscando las mayúsculas y su cabeza se mueve a un ritmo paso y medio por delante del resto de su cuerpo, los labios acelerados marcan no.
No. Escucha, no son dejes. Con las manos estamos jugando. No. Coincide el no con el no anterior del movimiento y el ritmo vuelve a la mesa. Nunca le sudan las manos, tampoco ahora mientras repite un no que le crece de más lejos de la entraña y nunca lo abandona. Repite no y con él todo el cuerpo lo afirma.
Estoy dolido. Dice esto con los vuelos más lentos que convierten los pájaros en hojas y confunden las formas ante la sombra de los bancos que arremolinan en su forja todos los aires. Estoy dolido. Y duele con la lentitud de todos sus trofeos colocados para proyectar una sombra delineada.

No, pasó la noche antes de que llegaras. Pasó cuando ibas a cuidarla, a ella. No llegaste nunca y ahora ella está bajo tierra. Cuatro y dos, seis. Escucha. Ahora ella está bajo tierra. Sí, eso dijiste la vez anterior que se podía hablar. Esto no era una partida de mus. Dice no y se le contiene el gesto. Hablamos de la vida de ella.

sábado, 16 de agosto de 2014

Ellos

La palabra que contiene el diccionario es arroz y yo río con las manos llenas de sábados. Me ha dicho el camarero que los gitanos lo dejan todo muy sucio, acuden a visitar las cárceles en domingo, se trasladan con sus bocadillos de colores primarios y la furgoneta llena de normalidad porque han nacido en las cárceles y llevan enfrentando las verdades entre traslados desde antes de inventar el viaje, desde antes de traer la siembra. Yo los miro asombrada porque tienen ese corazón hecho de ramas donde nacen y llueven familias enteras y lo desmontan todo con la felicidad de la costumbre bien hecha, con la facilidad de desenvolverse en un mundo lleno de polvo y hacer sonar el pecho tres veces por encima de mi oído, y mi oído lo oye prácticamente todo y clava sus llantos en mi memoria y lloro ya avergonzada de mi estruendo de principiante y siento que qué derecho tengo a llorar si mi familia me cabe en la palma de una mano y entonces entiendo que la mano se fractura constantemente y me crecen hijos de confianza que luego me traicionan y vuelvo a no entender nada. Que manchan mucho y lo ensucian todo y luego nada se beben, pasan como un torbellino de ruedas desdentadas, trafican antes de entrar para ver al último que pasa allí sus noches y como lloran, que lo oigo todavía y pongo un río de trenes sonando al mismo tiempo, pero como lloran, enteros. Se desnudan y tienen todos una sonrisa desencajada. Se ríen y se lloran al mismo tiempo y yo me siento y los cuento pero siempre aparece uno nuevo tras la esquina y ni contabilizarlos puedo y ellas son tan grandes y tan pequeñas y llevan el extranjero reducido en sus pendientes y andan con paso lento y el miedo se va tiñendo.

Creo que tengo frío creciéndome en las entrañas, me pregunto de que color pinta el hielo este encogerse de dolor, este miedo de abrir los ojos y encontrarme conmigo. Creo que tengo miedo y es frío y crece y cristaliza y a veces salen llantos que están muy fríos y a veces tirito y es agosto


Aquí está la casa donde fuimos
algo más que una casa, otra cosa
que despertaba al aire en el pasillo
que sentaba la silla en su respaldo.
Aquí, en esta foto, está esa casa
donde fuimos un círculo desecho
pero circular al fin y al cabo, la casa
donde se tejieron mañanas de lectura
y nocturnidades con cuerdas de guitarra.
Aquí está el recuerdo desinfectado del dolor de entonces
del hedor a viejo obligatorio, del pasar
indemne del pasar indemne del recuerdo
del recuerdo de ninguna
casa, de esa otra casa.


II


Hay arquitecturas silentes llenas de gritos
que suenan como intuiciones para los cuerdos,
espacios hechos de escala, calculados
para un tiempo donde nada discurre,
sólo continúan pasos de sordos,
mudos de vejez anticipada,
aguas de nadie, enfermos sin ojales para cerrar su casa
para guardar su hoguera.
Acudimos llamados por la prisa
a ninguna parte
y luego nos asusta el silencio que hemos reclamado
pacientemente.