“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

sábado, 30 de agosto de 2014

Así suena mi espanto



Como se viste el torero antes de llegar a muerte
así suena tu nombre,
colgando de un clavo en la pared que huele a lluvia,
con la misma prisa con que recogemos las ventanas
y las llevamos lejos de la vista para no poder abrirlas,
con ese mismo viento que no sucede
en este espacio estanco
agarramos con fuerza los zapatos para que no nos roben el camino
con la soberbia con que los recién despiertos llegan al encuentro,
sentarse a la mesa después del día triste,
tener que seguir comiendo:
así sabe tu ausencia llena de golpes.

viernes, 29 de agosto de 2014


Ombligos arrastran penas olvidados
primeros lugares con su forma invoca abismo.
Decir ombligo es decir madre y dar asiento
es decir infancia
como tomar el recuerdo con la boca abierta
como cuando tragas agua
fuera y dentro.
Decir ombligo es tocar misterio,
tejer fotos de un álbum común donde ser cualquier recién nacido,
saberse ya suceso.
Tocar el suceder, tocar ombligo
es nunca volver a casa estando dentro

miércoles, 27 de agosto de 2014

Hoy es miércoles 27 de agosto. Se anuncia ya en la calle la caída adelantada de la hoja.





Después de tanto para nada, abandonan los pasos de ayer
las ganas de mañana
desciende el canto vitrificado de algún hastío.
Después de tanto para nada aún hay tanto más
para la espera, esperar no se espera naturalmente calmado
se vician los tiempos de anclas en la garganta
de colecciones de monumentos eternos, de las teclas desarmadas
para nuestra lucha conjunta frente a todos los conceptos,
lentas de ánimo padecen las conciencias la exhumación del amarillo,
la hache que no intercala en tus huidas nuevas oportunidades
después de tanto para nada, nada para tanta necesidad de algo
aún hay tanto o más aún hay todo, sólo necesitas el hambre necesario
el apetito que te lleve a abrir la boca y avanzar a dentelladas

después de nada.

domingo, 24 de agosto de 2014

Hoy ha sido la parte más informal del día gratuito. En California se ha producido un seísmo de seis grados. De seis.

Ha ganado muchos trofeos. Los gana por su olor. Los tiene ordenados en la estantería dependiendo de la aleación de los metales y de la forma, más o menos orgánica además del tono que tiñe el metal y a mayor altura los que menos brillo y más geométrica la forma. Siempre repite lo mismo antes de despedirnos. Cuatro y dos, seis. Escucha. Anteriormente ha repetido todas las veces: con las manos estamos jugando. Tiene los nudillos fríos y las manos largas, con la garra del teclado escrito en ellas. Cuatro y dos, seis. Escucha. Anteriormente: con las manos estamos jugando. Lo siento. Escucha, que no son dejes. Sus manos se abren buscando las mayúsculas y su cabeza se mueve a un ritmo paso y medio por delante del resto de su cuerpo, los labios acelerados marcan no.
No. Escucha, no son dejes. Con las manos estamos jugando. No. Coincide el no con el no anterior del movimiento y el ritmo vuelve a la mesa. Nunca le sudan las manos, tampoco ahora mientras repite un no que le crece de más lejos de la entraña y nunca lo abandona. Repite no y con él todo el cuerpo lo afirma.
Estoy dolido. Dice esto con los vuelos más lentos que convierten los pájaros en hojas y confunden las formas ante la sombra de los bancos que arremolinan en su forja todos los aires. Estoy dolido. Y duele con la lentitud de todos sus trofeos colocados para proyectar una sombra delineada.

No, pasó la noche antes de que llegaras. Pasó cuando ibas a cuidarla, a ella. No llegaste nunca y ahora ella está bajo tierra. Cuatro y dos, seis. Escucha. Ahora ella está bajo tierra. Sí, eso dijiste la vez anterior que se podía hablar. Esto no era una partida de mus. Dice no y se le contiene el gesto. Hablamos de la vida de ella.

sábado, 16 de agosto de 2014

Ellos

La palabra que contiene el diccionario es arroz y yo río con las manos llenas de sábados. Me ha dicho el camarero que los gitanos lo dejan todo muy sucio, acuden a visitar las cárceles en domingo, se trasladan con sus bocadillos de colores primarios y la furgoneta llena de normalidad porque han nacido en las cárceles y llevan enfrentando las verdades entre traslados desde antes de inventar el viaje, desde antes de traer la siembra. Yo los miro asombrada porque tienen ese corazón hecho de ramas donde nacen y llueven familias enteras y lo desmontan todo con la felicidad de la costumbre bien hecha, con la facilidad de desenvolverse en un mundo lleno de polvo y hacer sonar el pecho tres veces por encima de mi oído, y mi oído lo oye prácticamente todo y clava sus llantos en mi memoria y lloro ya avergonzada de mi estruendo de principiante y siento que qué derecho tengo a llorar si mi familia me cabe en la palma de una mano y entonces entiendo que la mano se fractura constantemente y me crecen hijos de confianza que luego me traicionan y vuelvo a no entender nada. Que manchan mucho y lo ensucian todo y luego nada se beben, pasan como un torbellino de ruedas desdentadas, trafican antes de entrar para ver al último que pasa allí sus noches y como lloran, que lo oigo todavía y pongo un río de trenes sonando al mismo tiempo, pero como lloran, enteros. Se desnudan y tienen todos una sonrisa desencajada. Se ríen y se lloran al mismo tiempo y yo me siento y los cuento pero siempre aparece uno nuevo tras la esquina y ni contabilizarlos puedo y ellas son tan grandes y tan pequeñas y llevan el extranjero reducido en sus pendientes y andan con paso lento y el miedo se va tiñendo.

Creo que tengo frío creciéndome en las entrañas, me pregunto de que color pinta el hielo este encogerse de dolor, este miedo de abrir los ojos y encontrarme conmigo. Creo que tengo miedo y es frío y crece y cristaliza y a veces salen llantos que están muy fríos y a veces tirito y es agosto


Aquí está la casa donde fuimos
algo más que una casa, otra cosa
que despertaba al aire en el pasillo
que sentaba la silla en su respaldo.
Aquí, en esta foto, está esa casa
donde fuimos un círculo desecho
pero circular al fin y al cabo, la casa
donde se tejieron mañanas de lectura
y nocturnidades con cuerdas de guitarra.
Aquí está el recuerdo desinfectado del dolor de entonces
del hedor a viejo obligatorio, del pasar
indemne del pasar indemne del recuerdo
del recuerdo de ninguna
casa, de esa otra casa.


II


Hay arquitecturas silentes llenas de gritos
que suenan como intuiciones para los cuerdos,
espacios hechos de escala, calculados
para un tiempo donde nada discurre,
sólo continúan pasos de sordos,
mudos de vejez anticipada,
aguas de nadie, enfermos sin ojales para cerrar su casa
para guardar su hoguera.
Acudimos llamados por la prisa
a ninguna parte
y luego nos asusta el silencio que hemos reclamado
pacientemente.


martes, 12 de agosto de 2014

Ella me ha escrito esta semana.



Ella me ha escrito esta semana. Dice que por primera vez ha podido estar sola. Ese es el encierro del encierro, el encerrarte con la compañía no escogida, ese es el castigo. Obligarte a los otros. Dice que el lugar es como una parálisis de esperas, que el denominador común es el tacto, que se acostumbra la queja a la parálisis, que el sentido de estar pasa por desaparecer para los de fuera y padecerte entera, siempre acompañada por los delitos de otros.

Quien pasa el corredor es ya un loco. El familiar que te visita deberá dejar todos sus datos, incluyendo el lloro, a disposición de la administración. No hay humanidad para el culpable, ni para el círculo que lo sufre.

La complicidad se transforma en complicación, los ojos pasan a ser las manos y todo el cuerpo está para otro cuerpo, cada sílaba cuenta con una melodía nueva, cada pestañeo quiere decirlo todo. Salvadnos de nosotros. Pretended luego la locura. Dice que sólo están para la parálisis. Para la espera. Ella cuenta el tiempo pasando hilos, pero cuenta. Contar ya es una actividad que nos libera. Digo uno y puedo incluso buscar el uno en cada idioma. Saber decir uno, saber decir yo. Resulta que hay idiomas. Dar cinco vueltas al patio y una sexta, mañana dos más. Y ya he dado cinco vueltas y ya han pasado tres meses, casi son cuatro meses y comienzo a poder estar sola, dormir sólo a la hora de dormir, medrar con el mundo desde otro sitio, desde el reconocimiento.

Generar hábito es generar alimento. Es importante quererse cuidar. Hay que hacerlo. Para hacer hay que empezar por hacer, algo, lo más pequeño. Dibujar cien letras un día, la misma letra, el mismo día, escrita cien veces, recuperar el tacto del bolígrafo para acercarnos por carta, el tacto del papel sobre el que escribo. Recibir tu regalo, el tiempo y el momento, recibir tu horario, tu soledad, toda, de regalo.  Se empieza por escribir la fecha. El sitio. Es importante el sitio, pudiéramos incluir la temperatura. ¿Dime si huele a algo? Aquí solía oler a ti, ahora hiede tu ausencia. ¿Se pierde, al ser almacenado, el sentido del gusto? Te clavan los recuerdos con cuentagotas, por vena, directos. Para que te minen el resto de la vida. A eso lo llaman reinserción. Volarte la vida entre sospechas, a eso le llaman investigación.

Pensamos la soledad cuando podemos correr más deprisa, cuando más rodeados estamos, más libres. Pensamos cuando podemos pensar la soledad, pensamos la enfermedad estando enfermos. Cuando uno persigue la cura, piensa y dice no, cerrando los ojos tan fuerte que trae ese dolor de puntos blancos sobre el negro todo, dolor que se busca regalando todo el gesto. Huir genera tics, volver adentro. Cierra, aprieta más los ojos, acaba con la línea del horizonte, tienes el cielo. Aprieta más, huir duele, a veces no es posible curarse. Ahora corre hacia delante, no hace falta que te muevas. Sabes que se aproxima un hacia delante, invéntalo.
Quien pasa el corredor es ya un loco. Súbete al carricoche, pedalea entre cervezas, ya todo está inventado, hazte con tus ilusiones.
Quien pasa el corredor es ya un loco, el loco no necesita papel y boli para pedalear infiernos.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Tener sábanas es tener una casa si estiras las piernas adecuadamente.

a)
Existe este momento de ira,
existe este buscarte boca abajo
retroceder es otra cosa, es algo donde pierdes la memoria,
yo sólo retrocedo por tu ausencia
como un cangrejo roto por mil manos
mil ojos sedientos de su carne.
Existe este morirme boca arriba, 
sin manos y sin bocas que se sacien
sin agua tierra o aire, sólo tú, tu ausencia
dominándolo casi todo.
Mis hilos descarriando casi ahora
tu tiempo en otro sitio, desconozco
las iras que subyacen en la espalda.



b)
Hay que limpiar los cristales rotos de la casa,
acaso hay prioridad en limpiar los cristales
rotos
tirar el muestreo del afecto
herido sobre el objeto casual que vino a perder la entidad cuando llegó
el carácter
hay que limpiar los sonidos rotos de la casa,
acaso hay prioridad en acabar con el resto
endémico de nuestros demonios, acaso hay
que limpiarse, ducharse cada vez que la palabra salga a traicionarnos, ducharse cada vez
que la herida vuelva que la herida vuelva a supurar
terrenos
de sinceridad dolor tristeza sentir saber.
¿Acaso hay que limpiar? Acaso hay que acabar
con los charcos, acaso la sequía. La sequía.
La sed. La dirección.
La casa.