“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Hace mucho frío en esta casa

Amanecemos creciendo un equilibrio de silencios,
hay que tener cuidado de no despertar al gato, 
ayer estuvo llorando desde que mamá se fue.
Hace mucho frío por su ausencia, 
hace tanto frío en esta casa
como si se hubiera vuelto transparente
¿sabes?
como si se hubiera vuelto transparente
y no hubiera muros para los secretos.
Nos hemos roto por tantos sitios
que no sabemos componer este cuerpo
que ya no existe.

domingo, 28 de diciembre de 2014

y apenas es diciembre

Estoy mudando la risa
ahora es otra cosa
un silencio muerto,
mientras se muerden mis tripas
y pienso en la renuncia.
Estoy mudando la casa
y pienso sus muros
mientras caen los cristales sobre la mesa
y sonríen los gatos
y apenas es diciembre
y todavía no nieva

martes, 16 de diciembre de 2014

Y resistimos




Viajamos a través de la enfermedad 
y resistimos 
no conocemos el límite del cuerpo ante el dolor
sólo sospechamos el abrazo a la vida
el miedo que nos lleva a existir
por encima de todo.
Nos vestimos ordenadamente y salimos al mundo,
protegiendo el desnudo que compartimos
nos cuidamos las espaldas de los cuchillos.
No conocemos el límite del cuerpo ante el placer
sólo lo sospechamos.
No conocemos prácticamente nada y sin embargo
nos levantamos,
abrimos la puerta,
salimos,
sin conocer ni conocernos.
Los cartílagos cumplen su función
la traquea traga múltiples soledades
circula la sangre vieja y nueva
y nos desangramos de lágrima y frío gris
y nos amamos los veranos, las primaveras,
pero no conocemos casi nada,
hacemos lo que podemos.
No quiero irme.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Lugares sin lugar para la vida.






I

El corazón estriado
envejecido con un latido arrítmico
desvalijado de hogar,
escarcha en los muebles rotos, los muebles sin cajones
estructuras inertes bajo la ruina.
Todo comenzó con las grietas en las manos,
las ramas creciéndonos grises,
ramas sin huésped,
los colores de las telas creando falsas paredes,
la ponzoña y el monstruo que mastica cristales rotos
que se clavan en la planta de los pies de nuestros niños sucios.

II
(...) las madres toman la fiebre en las manos(...)
Juan Carlos Mestre
El hombre tiembla, bebe, escoge y sin embargo
se llena las manos de tierra gris y en ella proclama su propiedad
escinde la tierra de la tierra
la delimita
como parte y corta su pensamiento.
Existen hombres que no poseen más que la vida y sin embargo
la llenan de cánticos, colores,
encienden las hogueras y se reúnen.
Hay madres que recogen con sus manos
las dudas de sus hijos,
sus llantos amenazados por el frío.
Hay personas sin casas, se vuelven invisibles, casi siempre las olvidamos.
Y existe esta enfermedad amarilla de tono insuficiente,
este hígado enfermo, estas paredes muertas y sin embargo
las estaciones se suceden.


III.
Las ratas olvidan un suave domicilio. 

Se esconden, las ratas sin memoria , su rabo rosa de piel tímida.
Roen cañerías, son lo inferior
de la casa, son lo inferior del cimiento, suministro de enfermedad.

Las ratas no presumidas, sin botones
sólo sus ojos rápidos, negros, vengativos.
Sólo su vocación de asco.


Las ratas huelen a amarillo de hospital de periferia,
a alcohol trasnochado, a agua de alcantarilla

martes, 9 de diciembre de 2014

Trazas del castigo de fuego




Aleksandra Waliszewska





Hay macizos rocosos con forma de cráneo. Existen las leyendas. Desobedecer implica riesgos. Hay macizos rocosos con forma de cráneo y en las órbitas de la calavera se halla el escondrijo. Las imágenes esdrújulas producen monstruos.

Desobedecer conlleva un castigo.

El catálogo de indicios supone un abismo, el vuelo de una mosca está sujeto a múltiples posibilidades, el fuego ilumina mientras oscurece su origen, la nieve fría nos quema los párpados.

Existe el océano amplio y existe la pérdida. Perderse en el azul. Perderse, desaparecer.

Las oficinas policiales acumulan múltiples pérdidas, fichas de desaparecidos, algunos de ellos niños.

El mundo es amplísimo y los secretos enormes, a veces la vida sucede por capricho como sucede la muerte
.
Hay un lugar donde viene a vivir la desobediencia. Todo empieza por el fuego. Por la chispa, ese es el indicio. Niños, si miráis las chispas que crea el soldador os quedaréis ciegos. Si miráis esas trazas de fuego, apartad la mirada, inconscientes, perderéis la vista. Desobedecer implica riesgos, el océano amplio, el azul, la pérdida.

Han encontrado una isla donde no sucede el tiempo, han encontrado una isla donde viven niños ciegos, que sólo perciben la intensidad de la luz, que sólo pueden ver una última imagen de las llamas, niños que han estancado su crecimiento en el instante, no recuerdan cómo llegaron allí, algunos de ellos llevan muchos años desaparecidos pero no crecen, viven en la cuenca del ojo de una montaña con forma de calavera, encienden hogueras y se sientan a observarlas porque es el fuego lo único que pueden ver, tienen el corazón caliente y la sabiduría de la tierra. Son el indicio y el origen, porque existen, las leyendas.

Desobedecer conlleva un castigo.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Deseos de fin de año

Aleksandra Waliszewska



Deseo poder plantar paciencia y consumirla. Recolectar la flor de mayo en diciembre. Poder cerrar los ojos y no ser vista, decir la palabra patio y estar jugando al escondite inglés y ser tu estatua de cal, descomponerme siempre que mires atrás porque no puedes evitarlo y eso sangra. Quisiera sentir la herida sin recibirla, escindirme tan solo un poco para entender el luego, el quizá, el todavía. Rizar el rizo y ocultarme en sus ondulaciones, ser risa de mar, agosto anochecido, fiel dolor de hueso frío. Quererte solo un poco para no saciarme nunca por demasiado, decir estoy jugando sabiendo que es una mentira y en todo hay una consecuencia. Tener un andar de equilibrista, ser prisionera del salto en caída libre sin contradecirme. Desdecir siempre que estoy diciendo. Tener un silencio que descomponga el miedo de la tarde y de estar sola, dar vida a los secuaces y a los sabuesos por solo decir secuaz y sabueso, llamar a los hábiles y alimentarlos. Generar la revolución social en el hormiguero, la defensa del obrero en la colmena y decantar los ríos, volver a dibujarlos. Subir en la caída y entender que cómo quema el fuego y que el frío no desaparece siempre, pese al abrigo.