“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

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jueves, 23 de julio de 2015

Ausencia de calendario

Hay cosas a las que se coge cariño, cosas en principio asquerosas o desagradables que con el manto de la cotidianidad y su insistente repetición, le conforman a uno la vida, como pequeñas teselas de datos en los que no se repara. Las manos de mamá con el cigarro, tiñiéndose el dedo de amarillo azufre, papá moviendo la dentadura y deformando su cara al hacerlo, como si tuviera una boca de juguete que no se decide a estar. Y el abuelo, el abuelo echándose a hablar sin dejar de tocarme el hombro, tanto molestaba. 
Y el recuerdo de la bruja, de la ceguera de la bruja que andaba por el pasillo tentando el recorrido por la pared, la mancha oscurecida de sus manos diarias sobre el gotelé, sus manos comiendo conejo, tan pegada la piel al hueso y la arruga, con las articulaciones tiesas de maldad.

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