“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

sábado, 26 de julio de 2014

Anotaciones a pie de un viernes.

Anotaciones a pie de un viernes.

I
Sobrante, trozo de piel de desperdicio,
yo sí que no me sé.
II
las que están agonizando, su cualidad de estar
acabándose,
dejarse, abstenerse de sí.
Ubicadas en el filo, apéndices al borde,
órganos que trashuman de trasplante en trasplante en un cuerpo social que no
los asimila, órganos-escombro incompatibles con su función
y su tiempo, con su lugar,
apéndices
controvertidos, negados a co-formarse*.
*cooperativas del  molde, de la uniformidad del signo.
(Ser Ellas, denominante común que las une, su entidad inadaptable por regia)
Austeridades anónimas, identidades aéreas.
Descubrir tu certeza en el verbo de otros, saberla inaccesible.
Informe de lo informe: toda definición arrastra lo que no es, su contrario. Toda no-forma se comprende desde todas las formas.


III
Te reconozco, amiga, mejor en tus nostalgias
pasadas y en las que ojalá fueran
pasajeras
o hubiesen sido alguna vez o hubiesen
siendo
algo
más
que nostalgia.

Te reconozco muda- silencio de hache,
te conozco intercalada entre tú y tú
vestida del resto, conformada.

Te reconozco y sé que eres lo que no haces.

Sé que, tus identidades aún no han sucedido,
sí las escapadas, todas las escapadas.
Afectada de un murmullo huido,
ininterrumpido murmullo huido
perseguida desde siempre
desde tu centro, siempre

descentrada.

domingo, 20 de julio de 2014

Sobre las infografías o así me lo aprendí yo.

En principio este blog surgía con una vocación global, una posición amplia ante el mundo, llegando a tener redactadas cosas con un hilo argumental aproximadamente legible. En este caso, hablamos de las infografías, divinos tesoros visuales, y su valor mental-psicológico que nos cambiará la vida de manera inmediata si seguimos adecuadamente sus flechas y nos rendimos y hundimos en su estética fe.

Tenía yo apuntado o me decía hace un tiempo. 

Mirando infografías de redes sociales e ideas simples para estimularse cuando se está así "chuchurrío" me surgen varias cuestiones: creo que asistimos a una nueva religión, con sus predisposiciones científicas probadas y todo eso, pero... ay... vamos a ver...


1. Repitete como el chorizo picante: si repites algo mucho... repites algo mucho, pero hay que tener fe para seguir haciéndolo cuando no pasa nada, o las cosas no pasan solamente con este truco mágico.

2. Forest Gump fue el primer coach.

3. Haz todo lo que no haces: claro. Sobre todo juega a despistarte, y cambiar de camino, a molestar a tu ambiente contestando cosas no habituales, ir buscando confesiones en abuelos y niños que parece que siempre van a tener ganas de hablarte, pero eso sí: en un tiempo determinado, enloquece dentro del horario.

4. Hay que buscarse varios amigos a la otra punta del mundo: hum. Bueno, esto seguro te servirá para cuando tengas insomnio.

5. Piensa: y yo me pregunto, la gente que está pensando en pensar, ¿eso es pensar? Pienso que pienso y estoy pensando en qué pensar mientras pienso, pero se me acaba el tiempo de pensar y no sé si pensar en ello es repensar.

Ejemplo práctico: en la lista la orden siguiente: atrévete.

Haz algo que nunca has hecho. ¡Venga! Peligroso consejo, ayer conocí a un sorprendido hostelero que me comentó que un grupo de creativos decidieron usar la barra para atreverse generando una respuesta poco natural: en tres parejas de dos subieron a dicha barra, se bajaron los pantalones y, espalda con espalda, decidieron cagar en cuclillas. Luego se aplaudieron por haber cumplido tantas recomendaciones a la vez (sí, también se divirtieron y usaron un color, marrón- distintos-tonos, que no les gustaba. Luego, interpretaron las figuras identificándose con formas y creando una tipografía escatológica, muy aplaudida en la red social.)
El hombre no sabía si irse al pueblo y cerrar el bar o hacerse creativo e irles a cagar.

6. Aquí iba a decir algo más relacionado con las infografías para ser creativo o generar interacción y todas esas cosas, pero, como no he ANOTADO LA IDEA, el despiste de lo anterior me hace poner un punto final.





jueves, 17 de julio de 2014

Andaba yo intentando definir la mierda cuando me cagó un pájaro.

Andaba yo intentando definir la mierda cuando me cagó un pájaro.

I. Intento de aproximación a algo escrito.

Me han querido decir rara, o así han acabado llamando, la chica esa un poco así.
El caso es que es importante decir que tengo un problema a la hora de comenzar a relatar algo, me pesan las muñecas, o los codos, o no tengo toda la capacidad adecuada en mis brazos como para no aplastar aquello que me rodea y, bien correr la tinta del bolígrafo, bien borrar párrafos como quien limpia cristales apurado por el fin de turno. Ensucio fácil.

Esto me pasa en general, por eso escoger un bolígrafo que me de el trazo preciso es toda una Odisea y un verdadero triunfo a la hora de conseguir alguna cosa. Curiosamente, escribir con los bolígrafos publicitarios  -lo que me duren- está siendo todo un descubrimiento.

Todo esto viene al hilo del artículo de Castra Castro, Trash-umanismo. El ya sido de una ilusión, cuyo trazo coincide -siendo el suyo correcto y limpio- con los impulsos que actualmente me quitan el sueño.

II. Irse por las ramas de manera inevitable.

En realidad no tienen nada que ver los pulsos. Sí, así de crudamente me desdigo en esta siguiente línea. Porque tiene que ver y en nada vista está la unión, salvo quizá en el ya ha sido de. El “ya ha sido de”. Quizá sólo en la titularidad del texto encuentro el impulso del ya fue.
Ya fue la suciedad y sigue, quizá es un sino que me acompaña. Quizá, quizá, quizás.

En realidad mi lugar de trabajo, sea cual fuere en el momento oportuno- aquí podría elaborar un catálogo de lugares itinerantes que a veces sólo lo han sido para estar, precisamente, solo, dígome sola por no disgustar- siempre ha sido un tránsito entre extremos, lindando paredes con la pantalla del ordenador, migas, clips, pinceles y toda una suerte de desechos múltiples que han dejado asqueado al más ducho en suciedades. Sí, yo soy aquella a la que se le estropea el ordenador porque tiene, curiosamente, un rabito de manzana en el ventilador y.

Y de eso quería yo hablar, del humanismo desatendido que aprueba de alguna forma onírica mis lugares. Mi instinto sigue siendo buscar el lugar limpio, en cambio será la mesa sin barnizar del bar aquella que, con su no brillo, demacrada y llena de máculas y desatinos de otros comensales, llame a mi ojo como lugar de disertación y absurdos, porque si algo trabajo yo es el absurdo.

Sería reiterar en exceso, y bastante es saber que pienso alargarme por encima de la lectura natural de cualquier ser-siendo, es decir, con sus tareas, sería -decía- reiterarme en exceso hablar de estos lugares específicos que finalmente han sido, y son, o en ello puedo convertirlos, momentos donde esparcir mis aperos -no me miren señores el bolso- y describir más o menos sabiendo qué o hacia dónde o, sencillamente, disertando así, como disidente de responsabilidades más reales.

III. Disculpas, esto trata de repugnancia.

Ahora que he perdido la capacidad de estar sentada y teclear durante más de diez minutos y habiéndome el capricho de la vida suprimido la paciencia y la revisión de lo escrito, sólo puedo pensar en términos de imágenes. Sea de nuevo pensarme, ya hemos dicho que este blog es una parte de un Ego Proyecto, ergo un hecho insoportable. (Y por eso uso un ERGO. Aquí cabe la arcada y la hartura del lector.)
Las cucarachas también lo son.
Lo son: una constante en mi vida y en mí. De hecho pareciera haber tragado un bote de ellas y estarme coordinadamente revolviendo la piel por dentro, dispuestas a abrirme y despuntar lo sucio.
Esto es una escena de una película, no me culpen del imaginario popular, basta con las bibliotecas para llenarse de eso. Del imaginario. Y de esto otro, de la buena y amable cucaracha, apreciada cuando lleva motor pero no tan amada cuando aparece cerca del lugar donde dormitas, comes, o rezas si es esa tu naturalidad. Porque se reza de rodillas, señoras.


De sobra conocida y comentada es la creación de la biblioteca Eugenio Trías, inaugurada hará ya unos veranos y cuyo defecto de fondos bibliográficos sólo es comparable a la popularidad que su emplazamiento céntrico y temático le reporta. Elementos gráficos de consulta hay de sobra en la red y basta con desempolvarse un poco el ánimo para rondar los alrededores y entrar- casi de visita según la disposición de los espacios- para observar que les ha quedado maravillosa, bonita, sí señor, vanguardista, rompedora, contemporánea, inaugurable por cien mil veces.
Ahora bien, y sin negar todo lo anterior, resulta que su mantenimiento, como en general adolecen los espacios públicos, deja algo que desear.
Si bien es el lugar idílico para todo aquel que guste de ser observado en sus quehaceres o crea que va a encontrar, por fin y ese era mi intento, el emplazamiento ideal para las letras, las artes, la lectura, no caerá sino en una gran equivocación.
Es una casa de cristal. Es una casa, sí, tiene libros sí, pero tiene todos los espejos. Es decir, le falta la intimidad, la alcoba, le falta la casa a la casa. Todos los espejos.
Y el también. Quién es quién y cómo.
Todos los reflejos.
Todas las barreras -esa información desapegada del sitio, esa cercanía de una biblioteca al uso, con su acumulación de sudor, todo eso que se da en cada lugar bajo la lupa de aumento-. Y allí, con esa amplitud, con esas maneras, crece enormemente el humano, en todas sus variedades y trascendencias hacia otras especies más o menos agradables que suelen, sin necesidad de que habiten fieras, exhibirse alrededor y dentro de nuestro gran pulmón de retiro, tan distinguido y necesario, la verdad.

IV. Conclusión: yo iba a ser y al final he sido. La debilidad.

Pero yo venía aquí a hablar de. Sí, venía a hablar de las cucarachas madrileñas. Pero será en otra ocasión, sencillamente me declaro de ocupación sucia, de llevar azucarillos que se rompen en el bolso, de manchar con mi torpe escritura el papel que quiere ser pulcro y quiere -siempre el papel- contar las cosas como se debe. Cómo.









V.Notas al pie.