“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

sábado, 5 de diciembre de 2015







hugoIA


Hay distintas maneras de mirar, de hablar, de organizar la espera y el sonido.
En un call center se trabaja con esta materia, la espera, el oído, los ojos: mirar, hablar, callar.
Hay distintas posturas de espera, ¡hay tantas posturas de escucha!
Silencios inmóviles.
Silencios tan plagados de movimiento como una cama llena de chinches.

Seis horas fijos, seis horas siendo oído, ojo, percusión sin música de teclado- seis horas-, extensión de aburrimiento.
Distintas personas cercan distintos sucesos, se unen voces en distancia en el espacio físico de un cubículo que no cumple la normativa laboral.

Está Hugo.
Hugo está en el call, que suena tan parecido a cole que es colegio al fin y al cubo.
Los gestos de espera de Hugo juegan, él siendo él mismo, juega.
La frustración pasa por la resignación y la costumbre,
Tiene el cuerpo y la vida hecha a ello. Llena los carrillos de aire y a veces se le puede ver un puchero –llega a él el niño aburrido, hambriento de colores que silencia cada mañana-.
Cuando atiende y habla y escucha y es sonido- con las manos apresando el viento y los ojos abiertos,  su velocidad de ahogo- lee- atropellando comas, sílabas y aliento-, leyes de protección de datos.

…para ejercer sus derechos de acceso, reclamación, cancelación y oposición puede dirigirse…

miércoles, 2 de septiembre de 2015

No hay reguladores de ánimo entre mis huesos


Stefan Thompson

Hay errores que pueden matarte las distancias.
Condenarte.
La virtud está en recorrer las distancias, aún sin el cuerpo.
Conservar la resonancia de la palabra, aún en silencio.
La muerte adelantada, el pánico real, es la imposibilidad de la conciencia, el desarraigo absoluto, así pueda el cuerpo correr sin agotarse.
La palabra sucediendo indiferente, como ladrido, como ladrido ajeno.

viernes, 24 de julio de 2015

He probado a escribir y no he escrito nada.


Fotografía de Abel Azcona


He probado a escribir miedo en el vientre.
Se ha tejido un enjambre en mi memoria.
He probado a mirar blanco,
a correr gris,
a esconderme amarilla en las paredes de antes.
He probado a escribir miedo en el vientre,
he probado a escribir muerte en el miedo,
muerte en el vientre,
miedo de vientre.
He probado a escribir y no he oído nada.
He probado a mirar y sólo niebla.
He probado a sentir y ya no tenía brazos, y ya no tenía ojos
y ya no tenía
cuerpo, ni boca,
muerta la garganta y sólo quedaba el vientre,
vientre de nadie,
vientre de no.

jueves, 23 de julio de 2015

Que tú eres nada






Que tú eres nadie, nada.

Tengo que buscar, dame
un abrazo,
dame tu mano,
no queda el olor de tu sombra
-brote de locos, alma de nudo,
corazón-
y tantos gritos -lo sé-
y tantos miedos -claro que lo sé-
y en la garganta una enredadera
y en las costillas un enjambre de abejas,
ese panel que nos separa.

Cultivando el no -ahora no,
no me mires, ya no,
no me alcanzas,
ya nunca-.

No habites,
maquilla la habitación de recuerdo,
y ya no hay nada
y no eres nadie.

Ausencia de calendario

Hay cosas a las que se coge cariño, cosas en principio asquerosas o desagradables que con el manto de la cotidianidad y su insistente repetición, le conforman a uno la vida, como pequeñas teselas de datos en los que no se repara. Las manos de mamá con el cigarro, tiñiéndose el dedo de amarillo azufre, papá moviendo la dentadura y deformando su cara al hacerlo, como si tuviera una boca de juguete que no se decide a estar. Y el abuelo, el abuelo echándose a hablar sin dejar de tocarme el hombro, tanto molestaba. 
Y el recuerdo de la bruja, de la ceguera de la bruja que andaba por el pasillo tentando el recorrido por la pared, la mancha oscurecida de sus manos diarias sobre el gotelé, sus manos comiendo conejo, tan pegada la piel al hueso y la arruga, con las articulaciones tiesas de maldad.

lunes, 11 de mayo de 2015

Quisiera escribir otra cosa, quisiera escribir raíz, nacimiento, vida.

El aire está enrarecido,
el aire anuncia,
el vuelo horizontal de las hojas en otoño
parece adueñarse de esta primavera que ya acaba.

El aire anuncia
la pérdida de tus posesiones,
éstas son poca cosa,
pero cosa imprescindible:
el derecho a perderse,
a andar sin límites,
a andar
de otra manera que no sea en círculo,
a andar.

El derecho a una respiración libre,
a ser inapetente,
poder arrojarse sin la mirada en la espalda,
poder arrojarse
y no esperar.

No puedo entender la finalidad,
no puedo entender apenas
por qué sucede el desgarro,
por qué la ausencia
-y esta especie de muerte adelantada,
esta condena-.

El aire está enrarecido,
el aire anuncia
el futuro de amarillo podredumbre,
la saliva, enfermedad,
la enormidad de estos días,
la enormidad,
y no hay quien me auxilie,
y no hay manera de rescatarte
y construir
y construirnos
la huida.

Sólo, de nuevo y solamente
el estreno de la herida,
el campo agreste
y esta distancia
que ya empieza.

viernes, 3 de abril de 2015

La cárcel, mamá, la cárcel.





Ocurre que llegan las hienas por las noches
hambrientas de tu sangre,
ocurre que te buscan y las sigo agazapada y te buscan.
Las sigo siendo sombra, silueta, puñal, cuchillo,
no puedo limpiar las rodillas sucias de buscarte.
Hay cien mil nudos cerrando las pestañas,
hay un silencio hondo,
no puedo abrir los ojos,
no puedo abrir
las manos,
no puedo.
Cien mil escaleras frente al muro,
regalarte las ventanas sin barrotes, devolverte
la horizontal
a los ojos
el horizonte
a la vida.
Llamarte mamá, llamarte y no pensar cáncer ni cárcel ni huida
y no pensar.
Sólo tus ojos
con el derecho
al horizonte.