“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

martes, 12 de agosto de 2014

Ella me ha escrito esta semana.



Ella me ha escrito esta semana. Dice que por primera vez ha podido estar sola. Ese es el encierro del encierro, el encerrarte con la compañía no escogida, ese es el castigo. Obligarte a los otros. Dice que el lugar es como una parálisis de esperas, que el denominador común es el tacto, que se acostumbra la queja a la parálisis, que el sentido de estar pasa por desaparecer para los de fuera y padecerte entera, siempre acompañada por los delitos de otros.

Quien pasa el corredor es ya un loco. El familiar que te visita deberá dejar todos sus datos, incluyendo el lloro, a disposición de la administración. No hay humanidad para el culpable, ni para el círculo que lo sufre.

La complicidad se transforma en complicación, los ojos pasan a ser las manos y todo el cuerpo está para otro cuerpo, cada sílaba cuenta con una melodía nueva, cada pestañeo quiere decirlo todo. Salvadnos de nosotros. Pretended luego la locura. Dice que sólo están para la parálisis. Para la espera. Ella cuenta el tiempo pasando hilos, pero cuenta. Contar ya es una actividad que nos libera. Digo uno y puedo incluso buscar el uno en cada idioma. Saber decir uno, saber decir yo. Resulta que hay idiomas. Dar cinco vueltas al patio y una sexta, mañana dos más. Y ya he dado cinco vueltas y ya han pasado tres meses, casi son cuatro meses y comienzo a poder estar sola, dormir sólo a la hora de dormir, medrar con el mundo desde otro sitio, desde el reconocimiento.

Generar hábito es generar alimento. Es importante quererse cuidar. Hay que hacerlo. Para hacer hay que empezar por hacer, algo, lo más pequeño. Dibujar cien letras un día, la misma letra, el mismo día, escrita cien veces, recuperar el tacto del bolígrafo para acercarnos por carta, el tacto del papel sobre el que escribo. Recibir tu regalo, el tiempo y el momento, recibir tu horario, tu soledad, toda, de regalo.  Se empieza por escribir la fecha. El sitio. Es importante el sitio, pudiéramos incluir la temperatura. ¿Dime si huele a algo? Aquí solía oler a ti, ahora hiede tu ausencia. ¿Se pierde, al ser almacenado, el sentido del gusto? Te clavan los recuerdos con cuentagotas, por vena, directos. Para que te minen el resto de la vida. A eso lo llaman reinserción. Volarte la vida entre sospechas, a eso le llaman investigación.

Pensamos la soledad cuando podemos correr más deprisa, cuando más rodeados estamos, más libres. Pensamos cuando podemos pensar la soledad, pensamos la enfermedad estando enfermos. Cuando uno persigue la cura, piensa y dice no, cerrando los ojos tan fuerte que trae ese dolor de puntos blancos sobre el negro todo, dolor que se busca regalando todo el gesto. Huir genera tics, volver adentro. Cierra, aprieta más los ojos, acaba con la línea del horizonte, tienes el cielo. Aprieta más, huir duele, a veces no es posible curarse. Ahora corre hacia delante, no hace falta que te muevas. Sabes que se aproxima un hacia delante, invéntalo.
Quien pasa el corredor es ya un loco. Súbete al carricoche, pedalea entre cervezas, ya todo está inventado, hazte con tus ilusiones.
Quien pasa el corredor es ya un loco, el loco no necesita papel y boli para pedalear infiernos.

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