“En la posguerra comíamos gatos y estamos a punto de empezar a volver a hacerlo” digo, como título

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jueves, 25 de septiembre de 2014

Esta tierra muerta.


Existe la tierra firme y luego esta otra que nos crece bajo los pies. Esta tierra movediza de la incógnita, toda creciendo a la vez que nos crece el llanto, que se hace rojo con la intensidad de toda la sangre, color rojo amapola encendido. Con la locura que tiñe el sueño no deseado, rojo párpado apretado. Existe esta tierra otra, crecida sobre el cuerpo, tejiéndonos los músculos. De espera anunciada, de otoño adelantado. Esta tierra única que vive eternamente y nace cada día. Esta humedad que sube las paredes y va ahuecando de amarillo hasta el espejo, que crece amarillo debajo de la piel y lo enferma todo. Las mañanas se vuelven de madera con la opacidad que encierra el desentendimiento. No comprender el ritmo del latido y sin embargo el latido, indiferente. La pelea en la sombra del ánimo, las formas renovadas que nos suenan. Avanzar en círculos, circular estático y luego este infinito tan escaso. Esta esterilidad sembrada que crece con la blancura azul de un químico. Este azul saturado, esta sangre equivocada que lo tiñe todo. Este blanco inmenso. Esta suciedad de blanco, este amarillo de nuevo. Esta inmensidad creciendo en gris, crecimiento de ceniza. Existe la tierra firme y luego esta otra que se está acabando.

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